Nací en Foz-Calanda y llevo toda la vida recorriendo sus calles, he crecido aquí y me siento afortunada de que mis hijas también lo hayan hecho.
En la puerta de mi obrador crecen amapolas y frente a mis ventanas los pinos tocan el cielo, no se me ocurre un lugar del mundo mejor donde inspirarme para elaborar recuerdos dulces y embotarlos.
Los recuerdos son lo más bonito que tenemos y nuestras mermeladas están elaboradas con muchos de ellos.
El olor a membrillo inundaba la calle durante el camino hasta casa cuando salía de la escuela, aquellas tardes mi madre me cedía su cuchara de madera para que, mientras ella me preparaba la merienda, yo no dejara de regirar aquella mermelada para que no se pegara.
Todo comenzó cuando un verano saqué a la venta la mermelada de melocotón que tenía hecha para casa, fué para un festival de artes escénicas que teníamos en Foz-Calanda, y la vendí toda, al año siguiente preparé mermeladas de más sabores y volví a venderlas todas, en el tercer año del festival, el público venia buscando el puesto de las mermeladas y esto nos hizo pensar que algo estábamos haciendo bien. Nuestras mermeladas tienen eso que tenían las que nuestros abuelos hacían en los pueblos, paciencia, amor y la necesidad de darnos a los nietos un postre rico cuando no había fruta que recoger. Nos gusta nuestro pueblo y nos gustan nuestras tradiciones por eso Mermeladas El Ababol es mucho más que un obrador, Mermeladas El Ababol es el medio que me permite seguir aquí en Foz-Calanda de donde nunca querré marchar…